martes, 19 de mayo de 2009

Mas se acerca Junio, más frío hace.

Un perla y una rosa, se confunden con el viento. Con mi cuerpo desnudo, agotado, señalo con mi dedo temeroso un reloj de sol. Te indico que una vez más, el sol comienza a bajar. De vez en cuando, se prende mi antorcha para dar calor a la estación. Hibernum, solsticio caprichoso. Tu mayor grandeza es hacer las noches más largas, por eso nací en vos.

El inframundo se apodera de “la que lleva la muerte”. Hades, dios del inframundo, secuestra a Perséfone para hacerla su esposa. Invierno.

Perséfone llevaba una vida pacífica hasta que se convirtió en la diosa del inframundo, no por voluntad propia, sino porque Hades la raptó y la llevó allí con él. Perséfone estaba juntando algunas flores inocentemente con algunas ninfas en un campo en Enna cuando Hades apareció, emergiendo de una grieta del suelo y se la llevo. Luego las ninfas fueron transformadas en las Sirenas por no haber intervenido en impedir el rapto. La vida, entonces, quedó paralizada mientras la desolada Deméter (diosa de la Tierra) buscaba por todas partes a su hija perdida. Helios, el sol, que todo lo ve, terminó por contarle lo que había pasado. Finalmente, Zeus no pudo aguantar más la agonía de la tierra y obligó a Hades a devolver a Perséfone, enviando a Hermes para rescatarla. La única condición que se puso para liberar a Perséfone fue que no probase bocado en todo el trayecto, pero Hades la engañó para que comiese seis (o cuatro, según las fuentes) semillas de granada, que la obligaban a volver cada año un mes por cada semilla. En algunas versiones, Ascálafo contaba a los demás dioses que Perséfone se había comido voluntariamente las semillas de granada. Cuando Deméter y su hija estaban juntas, la tierra florecía de vegetación. Pero durante seis meses al año, cuando Perséfone volvía a los infiernos, la tierra se convertía de nuevo en un erial estéril. Durante el tiempo en que su hija está con Hades, Deméter se entristece y provoca el otoño y el invierno.

Mis labios son congruentes en los tuyos. La suavidad de tu ser, me desaprisiona de un frío caprichoso, que ignora la calidez de una situación. Podemos hacer el milagro de mostrar a los demás un amor que enceguece, por que las consecuencias no estarán a “la vista” toda la posible comprensión será interna. Nosotros solo estamos “siendo”. No sé como llegamos a esto, creo que aparecimos de golpe. Algo que te desconecta del pasado, te obliga a vivir en un presente continuo, y eso es siempre estar al “límite”. Es desafiante en sus movimientos. Transcurre como si “todo”. Mi habitación ya de por sí es muy fría. En invierno lo es aún más; por eso extrañamos tu presencia, que llena de perfumes y calores este iglú de tu ausencia. Mis manos quedaran grabadas encastrándose en tu cintura. Un choque necesario. Mi lengua destripara tus entrañas. Mi alma salpicándote todo el cuerpo, sembrará el delirio en un gemido estrangulado. Y afuera seguirá siendo un frío invierno.

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