lunes, 11 de mayo de 2009

Es complejo

“Sigue mi consejo, no sientas demasiado apego

por el sol ni las estrellas.


Ven, baja conmigo al reino tenebroso”



(Goethe. Ifigenia III,I).



Defiendo una verdad en su origen. Enfrente un campo de imaginación conceptual mentiroso. Dios y yo, sabemos que es verdad. Eso no significa que mi paz se mantenga ante lo “injusto”. Soy un monstruo agazapado en conceptos, mi discusión es otra. Percibo que no hay comunicación, no hay comunicación de conceptos. Algo está roto. Ella me conoce mejor que nadie, cartografié sus entrañas al salir de ellas. Herede su olfato. Hay que tener cuidado con lo que se pude llegar a imaginar sobre un dato real, y con que intensidad se imagina. Y desde ya sus agregados. Por que esta imaginación se puede llegar a tornar “real” y “verdadera” para quien la acuño con insistencia de herrero. Me desarmo y me rearmo en una duda que apesta a moral “tan mal puede pensar alguien de mi” Sí, puede. La parte más punzante es que yo todavía puedo llorar al quebrarme; pero ella si el llanto se refiere a mi “ser”, ya no. Por adentro pienso: “Bueno, hace un esfuerzo”, un pensamiento “cubito”. Leibniz te digo una cosa, acá, no hay “fuerza” que “pueda”. Ahora tengo el cuerpo frío y la cabeza caliente. Me siento realmente mal. Lo contingente exige lo necesario. Yo trato de explicar algo en un dialogo que tiene “jerarquizaciones” ya alguien se paró más arriba, usa un poder estupídamente psicológico. En palabras filosas y cotidianas explico: La libertad no implica necesidad. Cuando las artes de la argumentación fracasan, el último recurso son los insultos y las ofensas. Me quede a desgano, me quema toda la casa. Me voy a “reposar” este miserable cuerpo, y esta extrovertida conciencia. Antes dejo una esquirla de la vida filosófica:



Examinar los aspectos nocturnos de la experiencia humana, masticar una explicación verosímil. Naturalizarme en un mundo telúrico, gótico y oscuro, que eclipsa la luz diáfana de la razón.

La voluntad es la esencia de todo. Mi estado me revela cosas, y pienso en concientizarme de la incapacidad del deseo para dar la felicidad, y así negarme a seguir el juego a las trampas de la voluntad, las ilusiones del deseo y el placer. No hablo de querer morirme, aunque lo pensé, ni suicidarme, que no son más que trampas que solucionan en todo caso ‘tu’ caso, sino de asumir una filosofía de la vida que supere el deseo. Buenas noches.

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