domingo, 3 de mayo de 2009

Cocaína, rock y ambigüedades

La droga más sexual. Viajes de ida. Nostalgia adolescente. Psicodélicas en paños. El lugar es chico, como siempre, hace calor, sé que en un rato tengo que salir a tocar, y no me siento bien, me aflojo un poco el pañuelo del cuello y mi propio olor a pachulí me entorpece más. Recuerdo la canción de Ratones Paranoicos: Algo Mal, “No creo que sigas, con esta locura, todos nos sentimos algo mal” Respiro y miro para todos lados sin ver nada. En un rato tengo que tocar. Y en mi mano un vaso que contiene vodka con naranja. Y en mi mano un vaso que contiene whisky con banana. Y en mi mano un vaso que no contiene nada. Y en mi mano un vaso. Y en mi mano, nada. Camino hacia el baño, el cual se declaró “misterioso”, entro, busco por todos lados lo que sé que no perdí. Golpean la puerta, “momento”, digo yo de adentro como un viejo y no como un rocker. “Soy yo”, responde una voz del otro lado; no sé ni quien es, pero digo: “Pasá”. El baño se llena de desconocidos, todos aspiran y suena de fondo Hand of Fate de los Stones. En un rato tengo que salir a tocar. No quiero que me vean mal. Las chicas toxicas me hablan de la fecha del sábado pasado en Villa Bosch, en donde yo le “bajé cualquiera” a un tal “Cuerva”, no se de donde. Quisiera decirle algo parecido ahora a ellas, pero ya perdí la capacidad de hablar, solo asiento con la cabeza y como un chicle eterno. Me llevan a un cuarto a terminar la lista de temas. Están todos los chicos de la banda, con sus respectivas chicas, también hay amigos y amigas. Todos están dentro una gran nube de humo, se escuchan todas las voces entremezcladas, risas y grititos femeninos con olor a alcohol. Me llevo la mano a la cara y me froto los ojos. “Te sentís bien” escucho una voz casi dentro de mi oreja. “Si, si” contesté, levantando la vista para ver quien me lo preguntaba, me doy cuenta de que no había nadie a mi lado. Puff (dije por dentro mío) “Así estoy”, pensé por dentro mío. Bajo las escaleras de mármol blanco, para llegar a la puerta a tomar el famoso “poco de aire”. En el caracol de esa escalera hay sexo, diálogos, peleas. Con mi cigarrillo en la mano me siento una especie de Virgilio paseante. Llego a la calle, respiro lo más profundo que puedo, y pienso: “Acá hay más rock que arriba”. Se me cumplió el tiempo, tengo que subir a tocar. Una vez más antes de subir de vuelta por el lomo de ese caracol me reviso una vez más, me auto palpeo: “¿Carilinas?: están”, “¿Cigarrillos?: están”, “¿Encendedor?: está”, “¿Las llaves de casa?: están” “¿La púa?: está” “¿Mi pañuelo en el cuello?: está” La noche también está, y hay que seguirla. Mi acorde sube con mi alma. Y ellas miran a todos sin parar. Para ustedes será solo una noche más.



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