domingo, 22 de marzo de 2009

Sucubus

Visitante nocturno, que apareces en sueño. Es la segunda vez que te cruzas en mi vida. Siempre estratega, siempre en tu mayor oportunidad. Te presentas cuando mi cuerpo y mi mente ya no dan más, cuando filtre mis días en millones de cosas, inclusive en el amor. Recuerdo a la perfección la primera vez que me visitaste. Pero ésta fue distinta. Cuando aparecí de golpe en el terreno del sueño, ya te tenía montada sobre mí, no podía ver tu rostro, pero te identifique por tu perfume. Dije que placer voy a soñar con ella, hoy no pudo estar conmigo, que bueno me conformare con tenerla en el sueño. Insisto en ver tu rostro, o algo que corrobore que sos vos a la que yo espero todos los días, confiando como hoy en día ya no existe. No puedo ver tu rostro. Sigo buscando y la visión se aclara, veo encajes violetas, eso me tranquiliza aún mas, tenes que ser vos. Te moves a un ritmo magistral sobre mi, sube y baja un húmedo perdón, pero todavía no sé de que. Me hablas cosas que no distingo, o no se pueden escuchar, pero sé que me hablas. Aceleras el ritmo y logro descifrar un sentido sexual tuyo que me pide que penetre partes prohibidas. Me pongo alerta en el sueño. Sospecho. Vas más rápido aun. Mi visión se empieza a clarificar al ritmo de tu cabalgata. Cuando veo bien, los encajes son de color rojo, recuerdo en el sueño lo que vos me dijiste. Intento frenar. Te moves mas rápido y no puedo escaparme. Ahora sé que no sos vos, pero no puedo ver el rostro de esta cosa que me esta cogiendo en un sueño, como si exprimiera una naranja. Violentamente aparece otro perfume, yo lucho desesperado por extinguir definitivamente la polución nocturna que esta llamando a mi cuerpo a la entrega que puede ser fatal. Ahora escucho perfectamente lo que dice: ¿Te gusta? Quiero responder que no con ella, pero no puedo hablar. Me esfuerzo al máximo por ver ese rostro. Empiezo a entender tu trueque, si yo acabo, vos me mostrás tu rostro. Gran maldición, siento el cansancio en todo mi cuerpo, pero el experimento sigue. Está bien me entrego a ensuciar mis ropas en una burbuja onírica. Me retuerzo en la cama, y ahí, en ese momento en que me chupas el alma y la energía, con mi último y débil esfuerzo dirijo mi vista hacia ese supuesto rostro para poder vislumbrarlo. Solo yo y Dios, sabemos lo que vi.

No hay comentarios: