miércoles, 25 de marzo de 2009

Sana invasión

Me siento viejo, cansado, vivido. Quizás el que deba entregar su vida a “alguien” sea yo, para poder tenerte más cerca que nunca. Estoy en la quiebra, no puedo comprarte ni un caramelo. Pero estoy cumpliendo dos sueños a la vez. Uno es volver a amar, el otro es combatir al capital. En mi casa piensan que me volví loco del todo, no asimilan la idea de que transforme una utopía en una filosofía de la acción.
Quiero, y necesito, una compañera que comprenda en la que me metí. Que sepa que estrujo los tiempos por una milésima de segundo a su lado, que saco fuerzas desde lo más profundo de mi alma, y que aunque no pueda sostenerme en pie, me baño con una sonrisa en los ojos y en el rostro pensando que voy a su encuentro. Necesito que descanse a mi lado. Necesito relajarme en sus brazos. No necesito una niña prodigio. Necesito una niña que sea mujer cuando quiebre en algún llanto necesario. Necesito una sana invasión desplegada en mi ser. “No existen verdaderos placeres sin verdaderas necesidades”, dijo Voltaire. La fe propone un escrúpulo antimagnético. Escuche por ahí que “mejor que creer, es saber” Yo solo sé que el que ama se acerca a la felicidad. Estuve enfermo de bilis de negra, ahora repunto hacia un paraíso de inconstancias. No creo en la luna, la padezco como un buen lobo que acaricia la noche en el cielo.
Recordá que cuando estés arriba la técnica es no apoyar las rodillas en ningún lado, solo tus pies, eso solo tus pies…

No hay comentarios: