martes, 21 de abril de 2009

Percepto

(Escrito ensayo)

Escrito: el néctar de tu entrega invade mi espíritu. Placer aéreo del inquieto. Secuela de un tarde intrépida donde me semidesmayo en besos tiernos, firmes en su suavidad. Ayer te escuche el corazón tres veces, la tres eran un tropel, eso tranquilizo al mío, no se sintió solo en su también furioso latir. Un escrito de los misterios, como cajones con juegos de químicas. Fusiones de segregados de conciencia fértil. Pareidolias; en todos lados te veo.
La liberación se realiza a través de las relaciones, sin las cuales el flujo del deseo necesariamente queda inhibido. El deseo no es un instinto primario anárquico que hay que reprimir para que la sociedad funcione; sino que el deseo es creado por las relaciones, o sea, el deseo es de por sí social, quiero clarificar al agua esta idea que me carcomía los pensamientos, darle molécula, forma.
Ensayo: la experiencia amorosa parece refractaria a nuestra capacidad de comprensión racional, por el modo en que invade nuestras estructuras anímicas, alterando decisivamente nuestra percepción del mundo. Sin embargo, te propongo también tener en cuenta otra perspectiva: en lugar de pensar que quizás nos enfrentamos a una especie de núcleo ciego decorado de pura irracionalidad, podríamos sospechar que esta vivencia, por su propia naturaleza irreductiblemente singular, vuelve inactiva nuestra voluntad de universalización, y por eso, lo que ha de cambiar es la forma de acercamos al fenómeno. Quizás es preciso abandonar el espacio de una subjetividad racional en que el amor solo es una conmoción sentimental afectiva, que tiene lugar en las zonas opacas de la conciencia. ¿Es el amor una autentica forma de trascendencia, una efectiva transitividad de sujeto a sujeto, o mas bien, una autoenajenación de la voluntad que proyecta lo deseado como si la trascendiera, la proyección de un imaginario sobre una realidad siempre inalcanzable?
El amor no puede realizarse como fusión; nos relacionamos eróticamente con algo que “jamás se da”. La caricia no es otra cosa que el testimonio de la búsqueda de algo que se nos escapa. El amor no es entonces una relación de sujeto a sujeto, sino la progresiva, pero nunca completa, disolución de la identidad en la alteridad, el abismarse el uno en el otro, el arrojarse de cada uno en lo insondable del otro. Como dijo Emmanuel Lévinas: “Amar es intuir lo infinito en el otro”.

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