jueves, 16 de abril de 2009

Matográfico

(Rompiendo el hechizo)



Capa caída en el bosque. Pequeño gran ser, de espíritu de melodía. En la casa de antigüedades juega Hitchcock, mi alter ego la atiende, con una ropa sobria, entre sombras y olores viejos, se luce hablando de estatuillas persas. Le gusta mas no vender; pero si conservar. Al fin y al cabo, de eso se trata lo que le permite ser a algo antiguo, su “conservación”.

Es la primera vez que me pasa al revés, vi la película y quede en reflexión un mes, cuando leí la novela de Daphne du Maurier, me decepcionó hasta el vomito. Me quedo con el flash-back. Comprendo a Maxim De Winter es un tipo que se sabe perdonar, aunque lo persigan las naturalezas muertas. Una historia que me deja el sabor a ausencias. Ausencia de la protagonista que da nombre a la película, ausencia de nombres, y ausencia de cualquier elemento espectral en una historia de fantasmas. Por si todavía no sacaron el nombre de esta dimensión filosófica-fílmica, paso a mencionarlo en la próxima oración. “Rebecca” es, a su manera una historia de fantasmas, pero no de esos con sábana bordada a juego y bola de condenado. Los fantasmas de Rebecca se resumen en “el pasado”. Un pasado que no se refleja en una foto (de nuevo la ausencia de imágenes) sino en un nombre que aparece en la tapa de una agenda, en la conversación de un extraño, en la mente de todos y cada uno de los protagonistas: Rebecca.

Por otro lado Mrs. Danvers, el ama de llaves, basta una mirada de ella para que todo se oscurezca. No estamos, realmente, ante un malo “al uso”. La de ella es una maldad enfermiza, irritante, imposible de evitar porque su materialización se hace mediante el dolor del recuerdo y el daño que éste provoca en el presente. Sin duda, ella es el fantasma de “Rebecca”. La presencia (o ausencia) de Rebecca son los elementos que usa el director para lograr en el espectador una sensación de agobio inigualable, pero lo mejor es que lo consigue.

En fin, un clásico indispensable que debería estar en cualquier videoteca del que alguna vez se le ocurrió escribir.



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