lunes, 16 de febrero de 2009

Un tropezón no es caída

Unas de las primeras lecciones de vida que intente enseñarle a mi ex esposa, fue que no mezcle ficción con realidad en relación a lo que escribía. Por ejemplo, “en realidad” nunca estuve casado y nunca tuve “esposa”. Después caí en un pozo de donde me rescato un ángel puro de sonrisa incansable. Bien merecido el que posee esa risueña esperanza. Ahora me indagan un espacio que desconocen, un sueño que se transforma en pesadilla, me plagian frases y parafrasean algo que nunca descifraran por eso solo lo pueden parafrasear. No sé lo que pasa, me condenan por extrañar, piensan mal de mí, dibujan su personalidad sobre la mía, intentan persuadirme de mi atención a lo minúsculo. Realmente no entiendo la descompresión de un sentido. Alguien que alguna vez creyó aprender algo de Friedrich Wilhelm Nietzsche, no puede no saber, que él explico y de alguna manera dictamino “nadie debe renunciar a su comodidad”, Nietzsche era extremo, siempre ponía el cuerpo, “nunca renunciar a nuestra propia comodidad”, ni siquiera para darle el asiento a un anciana en un colectivo lleno. Eso era lo que daba a entender. Las compresiones se desvanecen en una interpretación a “lo que me pasa a mí”, y así conmemoramos las cualidades del otro, pero las sometemos a crítica. Capricho del vueltero. Ahora me desvela la idea de hacer publicidad de una relación extraña, cargada de lenguajes insólitos. Permití que te inspire otra cosa, vas por mal camino. Abracadabra, desapareciste de una manera inminente, siempre fui sincero, “la sinceridad extremista”, construye, así como destruye. Normas: es tres veces mi tía Norma. Me siento una especie de trofeo de guerra, y siguen con esa maldita costumbre generada en ellas por los otros de meterme apretado, casi sin oxígeno en esa “misma bolsa”. Caramba, como se complica la simpleza de un gesto, en un peldaño de símbolos. Arranco mi vida terminándola en una especie de letargo comprensivo, espero la plática insana que quizás nos llevara a un plano existencial en donde trituraremos nuestros espíritus.

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