jueves, 29 de septiembre de 2011

Tenías una cuestión maternal

Aconsejarme que lleve un buso, por que de seguro más tarde está fresco. Limpiarme con un dedo de tu pequeña mano un resto de algún aderezo que había quedado en la comisura de mi boca mientras comíamos panchos. Peinar mi pelo de recién levantado, con tu cara y ojos de espejos, mientras hacíamos la cola en el supermercado. Arreglarme la capucha  antes de salir. Acomodarme la bufanda, para que no tome frío en el cuello y no me enferme, mientras besabas mi mejilla, y tu perfume me dejaba inconsciente. Prepararme el matecosido con cinco de azúcar. Leer mis escritos con cara de “madre que piensa en lo pícaro e inteligente que es este chico”. Complacer mis caprichos. Mimarme en público. Llorar conmigo, con mis tristezas, mis defraudaciones. Acampar en mi desilusión y ponerme una sonrisa. Aguantar mi rollo. Demostrar tu fuerza implacable. Acunarme en tus brazos. Consolarme como a un niño, cuando lloraba a los gritos,  sintiéndome como una de tantas veces ajeno a este mundo.

1 comentario:

Eleuteria Niemand. dijo...

Qué puro, y qué bonito, y qué envidia.
Jajaja.
Saludos!