miércoles, 27 de agosto de 2008

Sintonía

Matarte en otoño, el sueño del pibe. El espíritu errante no deja de molestarme. Se mueven las cosas, no lo entiendo y lo explico, ante la mirada absorta que se posa en el rostro de la gente tratando de armar lo descrito. Una flota de olores se retuercen en un clima helado que acecha mi nariz digiriendo humo por la boca. Me converso en la noches con los ruidos malditos, despliegan alas de resuene maldito. Un cortador de aires y vientos mueve al inquilino invisible. Allan Kardec en mi bolso, y su filosofía francesa. En el campo de mi cuarto me siento como un fenómeno mediúmnico que escribe entre sensaciones heladas y alborotos dimensionales. Y nadie me cree, parece como en las películas, nadie me cree. La copa juega sola, se mueve diagonalmente, verticalmente, horizontalmente, esta todo dicho no se necesita el abecedario para hacer la pregunta. En el juego sin quererlo está el que padece la verdad de las otras cosas, de las que no se ven, de las que eligen a su descubridor, y por eso mismo lo hostigan, lo martirizan, lo controlan. Una ayuda a mí mismo, Chico Xavier, un antídoto latinoamericano: No había caso, nunca lo hubo, continuaba todo. Psicofonía positiva en el Mp3, el audio del temblor y la costumbre al horror marca surcos en mi rostro, que se bifurcan hacia mis ojeras: agujeros negros de la capa de ozono. Todo es increíble, para el que no elige nada. Una charla con Cristina Candela en un living con velas, sin micrófono más que el de la grabadora enana que salta de mesita en mesita. Apoya brazos cómodos, parece algo serio. Ella hasta ahora es la única que comprendió lo que podía pasar a partir de ahora en mis escritos. Aunque el acecho viene hace años, los resultados empiezan a develarse a ahora. La espuma niebla condena mi ventana. Termino, así condeno mis ojos a la oscuridad de sus movimientos.

1 comentario:

©Claudia Isabel dijo...

Un texto interesante Pablo...se me cruzan alguna de esas imágenes, sobre todo el libro de Kardec, que debe ser el único que presto y me devuelven...
Un abrazo