domingo, 29 de agosto de 2010

Retrato de filósofo con bigote


 Al contemplador fugaz no se le ofrecía ningún detalle llamativo. Aquel varón de estatura media; vestido de manera muy sencilla pero también muy cuidadosa, con sus rasgos sosegados y el castaño cabello peinado hacia atrás con sencillez, fácilmente podía pasar inadvertido. Las finas y extraordinariamente expresivas líneas de la boca quedaban recubiertas casi del todo por un gran bigote caído hacia delante; tenía una risa suave, un modo quedo de hablar y una cautelosa y pensativa forma de caminar, inclinando un poco los hombros hacia delante; era difícil imaginarse a aquella figura en medio de una multitud -tenía el sello del apartamiento, de la soledad. Incomparablemente bellas y noblemente formadas, de modo que atraían hacia si la vista sin querer, eran en Nietzsche las manos, de las que él mismo creía que delataban su espíritu. Similar importancia concedía a sus oídos, muy pequeños y modelados con finura, de los que decía que eran los verdaderos 'oídos para cosas no oídas'. Un lenguaje auténticamente delator hablaban también sus ojos. Siendo medio ciegos, no tenían, sin embargo, nada de ese estar acechando, de ese parpadeo, de esa no querida impertinencia que aparecen en muchos miopes; antes bien, parecían ser guardianes y conservadores de tesoros propios, de mudos secretos, que por ninguna mirada no invitada debían ser rozados. La deficiente visión daba a sus rasgos un tipo muy especial de encanto, debido a que, en lugar de reflejar impresiones cambiantes, externas, reproducían sólo aquello que cruzaba por su interior. Cuando se mostraba como era, en el hechizo de una conversación entre dos que lo excitase, entonces podía aparecer y desaparecer en sus ojos una conmovedora luminosidad: mas cuando su estado de ánimo era sombrio, entonces la soledad hablaba en ellos de manera tétrica, casi amenazadora, como si viniera de profundidades inquietantes..."
Lou Andreas Salomé

jueves, 26 de agosto de 2010

Lobo herido


La muerte tiene un olor, que quien está frío como el que muere no lo siente. El joven audaz y emprendedor considera una perdida de tiempo olfatear ese tipo de fragancias. Otros la quieren conocer bien, para ver sus telas arañas naftalínicas que conservan la motricidad con asueto de por “vida”. La araña con su paciencia característica ha  logrado vivir entre los muertos. Ha envuelto toda la madera y ha dejado un ornamento tétrico a los ojos del que no comprende. Ella seguramente ha podido entrar mas que cualquiera, y apuesto mi óvalo a que ha hecho lo mismo con los huesos de una ex carne. En una caja de cemento rebalsan los huesillos hacinados por un espacio inerte. Yo soy testigo de lo que no se quiere ver, aunque siempre deje de lado la vista gorda. Nada de lo que se diga será escuchado. Escucharas todo, sin saber que dicen. Al que le molesta la tristeza, ojo, que no disfrute tanto de su alegría. Ser inconsciente no depende de lo que hagas, sino de lo que pienses. No sé quien se compromete más con la realidad, si el que corre desde la ambición un lugar en la sociedad, o el que mirando cuando dicen “apoyalo acá no más”, con algo tan simple como eso, vuelve una vez más a reinterpretar el mundo y la función de uno en el. “Los muertos nada saben”, pero nosotros esta especie de vivos, sabemos muchos o creemos saber, y así conjeturamos los tiempos, que en realidad nunca fueron nuestros. Nos vemos en la proxima.

lunes, 23 de agosto de 2010

Almoso


(…) Pero acercarse a la naturaleza de los dioses es lo que nunca estaría permitido a los que no filosofaron toda su vida y cuyas almas no han salido del cuerpo con toda pureza; esto sólo se reserva para el verdadero filósofo (…) Los verdaderos filósofos renuncian a todos los deseos del cuerpo, se dominan y no se entregan a sus pasiones; y no temen la pobreza ni la ruina de su casa, como el pueblo que se afana por las riquezas, ni la ignominia ni el oprobio, como los que aman los honores y las dignidades (…)

Platón, Fedón.

miércoles, 18 de agosto de 2010

Confesiones minimas

1

Hay gente que escribe y no sabe por qué, tampoco para qué. Quizás quiera descargar en sutilezas escritas el odio a su prójimo o esgrimir una queja que en el correlato con real no se anima a esculpir con su escupida. Yo no sé lo que hago, pero tampoco supongo lo que escribo. Le doy duro, como conciencia en el psiquiatra. Me refriego en una soledad, y recuerdo a Antístenes un tipo solitario.

2

Si entendés lo que hace Hendrix, me entendés a mí. Bold As Love es el tema en donde empiezo a comprender la magnitud de las acciones de este tipo, él y toda su banda me están diciendo “Sí, sí, escuchas bien, estamos sonando así”. Y tener cerca aunque sea de lejos a Mit Mitchel es como tener un dios aparte.

jueves, 5 de agosto de 2010

Es un poema…


Estaba solo cuando te encontré
sigo solo al estarlo. Es un poema.

Tu abandono es un poema para
mi ser inconstante y hermético,
es un poema.

Hace mucho tiempo se encontraron
dos soledades, y lo que ocurrió: es
solo un poema.

No tiene amor, pero ama a alguien,
es solo un poema. No ocupo lugares,
pues solo soy un poema.

A veces la extraño… pero es solo un poema.

miércoles, 4 de agosto de 2010



"La concepción del lenguaje como un instrumento de información se nos impone hoy de manera extrema. La relación del ser humano con el lenguaje está pasando por una transformación, cuyas consecuencias aun no podemos medir. El desarrollo de este proceso no puede ser detenido por ninguna intervención directa. Se desarrolla en el más profundo silencio. Es más, debemos admitir, que el lenguaje cotidiano se presenta como un vehículo del entendimiento y será utilizado como tal para las relaciones habituales de nuestro diario vivir. Pero existen otras relaciones que las habituales. Goethe llama a estas relaciones "las más profundas" y dice del lenguaje: "en la vida comun, usamos el lenguaje necesariamente de manera provisional, pues solo nos referimos a las relaciones superficiales. Pero tan pronto como necesitamos hablar de las relaciones más profundas, aparece inmediatamente otro tipo de lenguaje: el lenguaje poético."  (Martin Heidegger, 1889-1976).