lunes, 6 de diciembre de 2010

Relocos


Por todos lados, por donde se le mire a la gente. Ocultando su rostro, oculta lo suyo (que feo). Si hay otras cosas para probar, igual ahí quedan. La introducción se supera con un buen escrito, en este caso no existe. “La procesión va por dentro”, y ahí adentro, tiran piedras, queman comercios, iglesias, roban, matan, sueñan, lloran… pero van por dentro. Tensos, descariñados, intranquilos, inquisidores, “extraños”, ya les dije lo que queda de cordura es lo que la gente llama “moral”. Sin darme cuenta, creo que mi castigo no es más que enseñar la vida, la ironía en su máxima expresión: explicar lo que no entiendo. Quizás eso ponga raro a cualquiera. Quizás quien te frota el hombro académicamente sienta lastima por él mismo y se descargue en alguna parte de mi supuesta pertenecía. Giladas y esquizotrabajadores, por todos lados, por donde se mire. Raros también son mis mezcalinicos silencios donde recreo  e interpreto al mundo, así como me arrojo sobre el. Explotadores los quiero lejos de mi cuerpo, deseo todo antitacto a los ojos “del conocido”. Mi desangramiento confirma el inseguro capricho. Otro derrame silencioso para coleccionar. Este escrito no es horrible, quizás como dijo Apolonious en el Dr. Lao, funciona como espejo, y eso es lo que lastima.

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